miércoles, 29 de agosto de 2007

¿Dónde van los marios que mueren?


Simplemente Genial...

miércoles, 8 de agosto de 2007

¿Adiós al JPEG?


El gigante Microsoft decidió incursionar de lleno para convertirse en el nuevo estándar para archivos de imagen, al crear HD Photo.
Conocido anteriormente como Windows Media Photo, la nueva extensión pretende robar terreno a JPEG, para convertirse en la extensión más popular en el incipiente mercado de imágenes digitales.

¿Para qué sirven?

JPEG y HD Photo son dos de las muchas extensiones de archivo que permiten al usuario capturar y digitalizar imágenes, capturadas por cámaras fotográficas o creadas en programas de diseño.
Básicamente son archivos de compresión, que permiten reducir el peso o tamaño de la imagen, y si bien esto afecta su calidad, es casi imperceptible para el ojo aficionado.
Los archivos de compresión de imágenes surgieron de la mano de Internet, cuando los programadores se percataron que una imagen pesada ocasiona una descarga de página lenta.
En 1986, un grupo de especialistas en cómputo y fotografía, se unió para crear el comité JPEG, con el objetivo de crear un estándar para imágenes digitales que mantuviera la calidad y redujera su peso.
Si bien existen varias extensiones de archivo, JPEG ha logrado convertirse en el más utilizado, gracias a su relación calidad-peso, por lo que es la extensión predeterminada en la mayoría de las cámaras fotográficas digitales.


Para aficionados y expertos
Por años, JPEG ha marcado la pauta como estándar para la captura de imágenes, sobre todo, en el terreno fotográfico, esto gracias a su versatilidad.

En el caso de los fotógrafos aficionados, la extensión JPEG permite grabar archivos en diferentes tamaños, sacándole mayor provecho a las tarjetas de memoria que, en algunos casos, pueden almacenar hasta mil imágenes en tamaño 4 x 6 pulgadas, con un peso de archivo aproximado a los 500 KB.

Para los fotógrafos expertos, la extensión JPEG funciona como referencia al poderse combinar con extensiones como RAW, así se crea un archivo de respaldo para visualización rápida.

JPEG sirve para comprimir una imagen a color o escala de grises, la pérdida de calidad se compensa a través de programas de diseño como Photoshop, donde se pueden modificar tonalidad, brillo, contraste, niveles de saturación, así como tamaño y peso.

Lo anterior hace que los JPEG sean los archivos de imagen más utilizados en Internet.

Vientos de cambio
Al igual que intenta hacerlo con los archivos de video, audio y texto, Microsoft explora la posibilidad de convertir a HD Photo en el nuevo estándar para las imágenes digitales, y ya dio el primer paso al anunciar el apoyo de Adobe, que actualizará el Photoshop para trabajar con esta nueva extensión.

¿Pero qué ofrece HD Photo? Microsoft sabe que deberá pelear contra corriente para poder lograr su objetivo, por lo que su extensión de archivo ofrece las siguientes ventajas:

1.- Mayor cantidad de formatos de color para presentación en pantalla en impresión, que traerían como resultado imágenes nítidas y atractivas.
2.- Mayor rango de compresión de imagen, lo que permitiría almacenar más archivos en memoria, sin perder la calidad de impresión.
3.- Archivo sin pérdida al momento de descomprimir, para ampliaciones de mayor tamaño.
4.- Reducción de pérdida al transferirse a otros formatos.

Microsoft promete que HD Photo dará el doble de calidad comparado con un archivo JPEG, además de proporcionar información detallada sobre su estructura e interfaz con aplicaciones de Windows Vista y versiones anteriores.

viernes, 3 de agosto de 2007

Caen Bombas por José M. Pascual


Las sirenas que anunciaban el bombardeo comenzaron a sonar. La gente corría, las tiendas cerraron sus puertas, las madres llevaban a sus niños flameando en busca de un refugio y la tarde se convirtió en un agudo sonido de alarma con agitadas marchas y contramarchas desesperadas.

Nicolás North, empleado del correo, fue uno de los tantos sorprendidos por las sirenas cuando estaba a mitad de camino entre su trabajo y su casa. Cruzaba hacia el este de la ciudad después de haberse detenido como todos los días a comprar el diario y algunos panes para acompañar su cena en la soledad del cuarto que alquilaba en el barrio de los artesanos.

Volvía con las manos en los bolsillos de su sobretodo, con las noticias y los panes bien calzados bajo el brazo, cuando lo sobrepasó el pánico general. Trato de correr, lo llevaron tres veces por delante y le golpearon en las piernas con un niño. Caminó con pasos largos hasta la esquina y en medio de la confusión vio, a mitad de cuadra, un buen lugar para ponerse a resguardo de las bombas. Ya se escuchaba el motor de los bombarderos cuando no pudo caminar más; sus piernas se clavaron al piso como si no respondieran a sus ordenes, y entonces algo brillante le nubló la visión.

El brillo se hizo intenso, lo cegó, se hizo destello, y el tiempo se detuvo. La gente que aún estaba en la calle quedó perfectamente detenida en la precisa actitud que mostraban hacía unos segundos. A North le llamó la atención estar como si se pudiera estar dentro de una fotografía de tres dimensiones. Un niño había quedado flotando en el aire quieto, exactamente un segundo después de que su madre le diera un tirón en el débil bracito para que avanzara con mayor velocidad. La mujer sólo contactaba con el pavimento de la calle a través del tacón del zapato de su pie derecho. Las naranjas que un hombre acababa de dejar caer en su desesperada carrera, se mantenían ingrávidas: tres a centímetros del suelo y una apenas estallando incompletamente contra la vereda. El humo de un camión cargado con verdura dibujaba en el espacio una nítida figura que se mantuvo perfectamente limitada al instante en que el brillo había interrumpido el camino de North.

Podía verse la sombra de un pájaro volando estático a unos dos metros de altura después de haber despegado del dosel de una ventana en donde las cortinas congelaron su flamear en una posición imposible. El tiempo se había detenido, sólo avanzaba el sonido del motor de los aviones y la conciencia de North.
-¿Quién eres?- pensó Nicolás North
- Un ángel, creo que ese es mi nombre más conocido, pero tengo un número irrazonable de nombres más. Particularmente pertenezco a un grupo asignado a situaciones como estas.
- Nunca había visto un ángel, no soy religioso.
- Sí. Digamos que no solemos aparecer así. Generalmente tenemos tiempo de cumplir nuestra labor de un modo más humilde e imperceptible; sensaciones, pálpitos, decisiones, circunstancias, palabras en boca de un amigo o un desconocido y muchas cosas más, pero esta vez no hubo tiempo para todo eso.
- No creo en los ángeles.
- Bueno, entonces realmente es curioso que te hayas detenido.
La figura sonrió y un hombre que estaba a mitad de cuadra reanudó su corrida hasta perderse en la esquina opuesta sin siquiera notar que él era el único con capacidad de movimiento en todo aquel paisaje.
-¿Tu fuiste quién detuvo el tiempo?
La sombra del pájaro se movió y este completo su recorrido hacia el capitel de una de las columnas que adornaban la entrada de un edificio público.
- ¿Estás anunciando mi muerte? ¿Por qué detuviste mi marcha? Si eres mi guardián has fallado, puedo escuchar como avanzan los aviones. Las bombas caerán antes de que pueda ponerme a salvo. Escucho a los aviones, ellos no se han detenido; es más: allí están.

La aparición se hizo brillo absoluto y volvió a cegar a Nicolás North, cuando desapareció, el paisaje completó su movimiento. Las naranjas estallaron contra el piso una tras otra; la madre alzó a su hijo y corrió en dirección opuesta a la que había decidido North antes del brillo; el camión lanzó un humo final y su conductor saltó de él rápidamente para buscar un sitio seguro; las sirenas reanudaron su ciclo sónico. Las primeras bombas cayeron.

Nicolás North observó como aquel caos quieto volvía a su velocidad natural. Precedido de un silbido penetrante, un estallido saturo todo lo audible. Varios segundos después, entre el polvo y las piedras que seguían lloviendo, North vio como el lugar al que se dirigía antes de presentársele el "ángel" había sido borrado de la faz de la tierra. Se sintió confundido, aturdido, y corrió desesperadamente. Casi dos kilómetros llegó a correr North sin disminuir el ritmo. Sin darse cuenta de lo mucho que había andado se detuvo agitado, su corazón latía como debió latir el del soldado que llegó a Atenas desde la aldea de Maratón. Él había salvado su vida.

En realidad, no importa agregar mayores datos a esta historia. Pudo ocurrir durante cualquier guerra o cualquier situación similar, antes o después de que él hombre perfeccionara sus fuerzas bélicas. Pudo ser cualquier ciudad, cualquier pueblo que haya vivido o no pendiente de las sirenas de alarma. Nicolás North, pudo llevar el nombre de Norman Nich, Narú Naskiri, Nasser Nalib, Nora Nesti, Nika Nakata o cualquier otro.
Ángeles como aquel suelen aparecer en momentos así, esto es del todo cierto, a pesar de que quienes los han visto olvidan el encuentro en el preciso instante en que estos desaparecen.

miércoles, 1 de agosto de 2007

Cuando se Robaron al Sol de Javier Cotillo

Era un pintor que compartía aficiones con la literatura. Enamorado de los paisajes andinos, apuraba en su lienzo los detalles de un ocaso singular. El rojo intenso del firmamento contrastaba con su diminuta figura que enfundaba a un cuerpo escuálido metido en su saco y su raído mandil, sobremanchado de mil colores. Su crecida barba prolongaba a su gusto el exagerado mentón, dando argumento a sus ávidos ojos, que devoraban con enorme deleite ese instante del firmamento.

Como es de suponer, el “poeta-pintor” privilegiaba al rojo que se deslizaba, goloso, sobre la tela. Rojo por aquí y más allá. El rojo tragaba al pincel, bañando a la tela y mordiendo al taburete. Rojo; más rojo, antes que se esconda este paisaje devorado por la noche. –Por favor, rumiaba con desesperación sólo para sí–, más rojo, ¡es preciso más rojo! Su pincel se meneaba al ritmo de su éxtasis, imparable, indomable. Pero el rojo se acabó antes de tiempo; entonces el artista, endiosado por el paisaje y engatusado de pasión, con extraño arrebato, tomó presto su navaja y de un tajo voló su índice derecho y, con el muñón sangrante, siguió pintando su original visión.

Cuando el crepúsculo tragó al Sol, en un taburete cualquiera quedó grabado, para siempre, el exquisito misterio de un anochecer andino. Al pie, yacía sin vida el escuálido cuerpo de un pintor que compartió su locura con la literatura. Entonces, inesperadamente, el astro rey, conmovido por tamaña idolatría, volvió a salir para rendir homenaje a su pintor. Fue la única vez que el día amaneció dos veces; por el Este y por el Oeste. Desde aquella ocasión, el Sol ya no es el mismo; ha perdido su brillo.

Han pasado los años. En algún rincón olvidado, sobre una tela empolvada por el tiempo, todavía supervive el misterio de aquel ocaso andino, cuyo Sol se... resiste a desaparecer.

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¿Por qué será que en los trópicos, la gente bendice el recuerdo de este pintor y, en los árticos, lo maldice?